25 febrero 2010


Es curiosio darse cuenta de como todas las generaciones tienen sus anécdotas comunes, sus pasatiempos y diversiones específicas. Star Wars, quizás, fue la primera saga que marcó a toda una generación; Son Goku, de Dragon Ball, también es un personaje mítico que acompañó muchas infancias; pero mi generación, la del 91, ha crecido con Harry Potter, ese niño flacucho e indefenso, de ojos verdes y gafas redondas, que resultó ser mago.
Todavía recuerdo la primera vez que oí hablar de Harry Potter, fue durante las navidades de mis once años, cuando el tío me cagó el segundo libro de la saga, Harry Potter y la cámara secreta. Tardé menos de dos semanas en leermelo, y luego vi la primera película, y me obligué a leerme también el primer libro. Me quedé enamorada. Sobra decir que en cuanto fueron saliendo los siguientes volumenes los fui deborando como si en ello me fuese la vida. Pero lo curioso es que yo, y mi generación en general, hemos crecido con esos personajes. Cuando yo tenía once años, Potter tenía once años; y así sucesivamente. Como anécdota añadiré que aún me río al recordarme a mi misma sentada en la puerta de mi casa, con once años de edad, convencidísima de que, en cualquier momento, divisaría una lechuza en el horizonte, volando hacia mi, para traerme una carta de Hogwarts, el famoso colegio ingles de magia y hechiceria. También Rowling creció con nosotros en su manera de escribir la saga.
Sin embargo, y aunque es obvio que el mundo de Potter me fascina, no puedo dejar de sentirme defraudada por el pésimo tratamiento que se le ha dado. Y no me refiero solamente a los guiones de adaptación cinematográfica, que de tan enfocados que están a un público concreto se olvidan de plasmar la esencia que contiene la saga. Me refiero, más que nada, al poco jugo que Rowling ha decidido darle a sus personajes.
Me explico: Harry Potter, como ya he insinuado, está dirigido a un público joven, adolescente, y tal vez sea por eso que la autora omite las tramas más fascinantes que ella misma ha creado. No entiendo como no ha explotado más toda la historia de Draco Malfoy -que, recordemos, es un niño que ha sido sometido a una educación muy específica y que ha ido repitiendo las ideas y palabras de su padre, hasta tal punto de cometer el mayor error de su vida, del que se arrepentirá a la corta edad de dieciseis años, justo cuando tome conciencia de que ya no hay marcha atrás. Porque sí, realmente es el tratamiento que se le da a Draco Malfoy lo que más me indigna de Harry Potter.
Por otro lado, y a pesar de a quien van o no enfocados los libros, Potter no son unas novelas para adolescentes, ni mucho menos para niños. En Potter se tratan temas tan horribles y reales como la guerra, las discriminaciones, las traiciones, la amistad, la trotura, el abuso, el chantaje, la lucha interna entre el bien y el mal y, sobretodas las cosas, la corrupción que dan el poder y las ganas de adquirirlo, a la par que el sentimiento de inferioridad respecto a los demás que muchas personas sentimos a lo largo de nuestra vida. Es una saga realmente profunda a la que se le ha sacado poco partido -aunque soy perfectamente consciente de que Rowling la ha creado, y a gusto de Rowling será escrito y publicitado-, pero no puedo evitar sentirme un poco engañada.
Para mi, Potter era una bíblia (nunca al nivel de el caballero de la armadura oxidada, pero eso es un tema aparte). Un conjunto de metáforas exquisitas que nos dejaban aprender de la mano de nuestro héroe favorito (o antihéroe en el caso de Snape o Malfoy), pero que, al final, acaba perdiéndose en las nimiedades de lo bueno que es el protagonista, y olvidandose de la importancia de plasmar sobre el papel las guerras y desgracias interiores de algunos de los personajes secundarios mejor logrados.
Tampoco es que tenga mucho más que criticarle a esta autora, pero me duele ver como una saga esplendida, con un mundo nuevo y personajes reales, se ha visto en decadencia hasta terminar convertida en un fenómeno de masasº.


ºCuando digo fenómeno de masas no me quejo de la fama de Harry Potter, si no del gusto ágrio que se me queda en la boca cuando pienso (y tal vez alucino) que al final, tras tantísimo éxito, ya se escribía pensando en eso, en el éxito que debía seguir teniendo.
©TIMOTHY

No hay comentarios:

Publicar un comentario